El Gobierno ve igual de importante que los alumnos «valoren» los dialectos a que sepan ortografía
El plan del Gobierno en las aulas sigue envuelto en la polémica. Los contenidos que desarrollan la controvertida Ley Celaá, que entrará en vigor el próximo curso, revelan la estrategia del Ejecutivo de priorizar las competencias socioemocionales por encima de las habilidades esenciales de cada asignatura. Un ejemplo es el currículo de Lengua Castellana y Literatura, al que ha tenido acceso OKDIARIO, y que sitúa al mismo nivel «competencias» tan desiguales como conocer y respetar los dialectos o iniciarse en la ortografía.
«El elemento clave del currículo son las competencias específicas, que identifican qué queremos que el alumnado haga, cómo queremos que lo haga y para qué queremos que lo haga», se explica en el borrador. En definitiva, «recogen la finalidad última de las enseñanzas del área, siempre entendida en términos de movilización de los aprendizajes».
Y para el Ministerio de Educación, «la primera de esas competencias específicas se orienta al reconocimiento de la diversidad lingüística y dialectal del entorno y de España, para favorecer actitudes de aprecio hacia la diversidad étnica y cultural, combatir prejuicios y estereotipos lingüísticos e iniciarse en la reflexión entre distintas lenguas, incluidas las lenguas de signos».
Sólo después sitúa Educación «la adquisición y consolidación del código escrito» y, más tarde, «un segundo grupo de competencias» que «se relacionan con la producción, comprensión e interacción oral y escrita».
Esa misma prioridad se mantiene a la hora de desarrollar las competencias a lo largo del currículum.
Educación mantiene su primer objetivo en que el alumno debe «familiarizarse con la diversidad lingüística del mundo a partir del reconocimiento de las lenguas del alumnado y la realidad plurilingüe y multicultural de España para favorecer la reflexión interlingüística, identificar y rechazar estereotipos y prejuicios lingüísticos, y valorar dicha diversidad como fuente de riqueza cultural».
Apenas se dedica un párrafo al castellano, «una lengua universal y policéntrica, con una enorme diversidad dialectal, en la que cada variedad geográfica tiene su norma culta», recoge el currículo, lo que lleva a concluir que no puede por tanto establecerse una de ellas como la más «correcta».
La alusión a las normas ortográficas, sin duda una competencia fundamental de la asignatura, aparecen relegadas al quinto lugar de las competencias.
«Se espera conseguir, de manera paulatina, la automatización de las normas ortográficas de aparición frecuente y la resolución de dudas ortográficas mediante la reflexión guiada en los procesos de mejora de los textos con la utilización de los apoyos pertinentes», recoge Educación.
De hecho, el currículo establece habilidades mínimas en este ámbito, como una «especial atención a la relación entre el sujeto y el verbo». El alumno debe iniciarse, se dice, «en el uso de las normas gramaticales y ortográficas más sencillas».
Polémicas
Una polémica que se suma a otras, como el enfoque ideológico con el que el Gobierno impregna todos los contenidos.
Por ejemplo, se insta a «describir los cambios vividos por la humanidad incorporando la perspectiva de género», para lo que se propone «comparar los modos de vida de las sociedades hasta la Edad Antigua». Es decir, que se llama a encajar la «perspectiva de género» en el estudio de la Prehistoria.
O se habla de «alfabetización cívica», un cajón de sastre bajo el que se expone la intención de instruir a los alumnos para la «vida en colectividad» hablándoles de «diversidad familiar», de la «interacción en espacios públicos desde una perspectiva de género», de «diversidad cultural», de la «cultura de la paz y la no violencia», de «las principales actividades profesionales y laborales de hombres y mujeres» o de la «igualdad de género y conducta no sexista». Conocimientos que llegan precedidos de las polémicas leyes aprobadas en los últimos meses por el Ejecutivo, como la del ‘sólo sí es sí’ o la Ley Trans.